Carlota Garriga – Elegia

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Resulta extraño que una compositora tan interesante como Carlota Garriga (1937), apenas sea conocida como tal en los medios musicales madrileños. Su entrada no figura en el completísimo Diccionario de la Música Española o Hispanoamericana (SGAE, 1999) ni el confeccionado por Juan Piñero que se titula Música Española de todos los tiempos. También es ignorada en su tierra, Cataluña, pues su nombre no aparece en la Historia de la Música Catalana (Barcelona, 1985) de Montserrat Albet. Tan sólo el desaparecido crítico y compositor Manuel Valls Gorina (1920-1984), en su libro La Música catalana contemporánea (Barcelona, 1960), escrito y publicado en catalán, se refiere a ella en estos términos: «Carlota Garriga, que es una pianista dotadísima, nos ha dado una obra sensible para piano, en la cual no está lejos la sombra de Mompou. Su obra más reciente es una Fantasía para piano y orquesta (1958)». Tenía entonces Carlota Garriga 21 años, y desde muy niña se había sentado ante el piano. Nacida en Amberes, de padre catalán y madre belga de origen holandés, a los cuatro años ya estaba en Barcelona. Su formación musical es barcelonesa y, a través de Marshall, heredera del arte y las enseñanzas de Enrique Granados. Por las manos de Marshall han pasado pianistas tan notables como Rosa Sabater, María Albiñana, y la propia Alicia de Larrocha y su marido Enric Torrá. También estudió composición Carlota Garriga con el ilustre Xavier Montsalvatge. Más adelante, la pianista antuerpiana llegará a dirigir la Academia que lleva el nombre del pianista de Mataró, desde donde ha transmitido la ya importante tradición pianística que viene directamente del autor de Goyescas, pero se remonta a Juan Baptista Pujol (1835-1898) y aún más lejos, al discípulo de Liszt, Pedro Tintorer (1814-1891). Garriga ha sido y sigue siendo una gran concertista de piano que ha ofrecido recitales y actuaciones solísticas en orquestas de medio mundo. Un dato importante de su biografía es su relación, desde la infancia, con el compositor y director de orquesta Igor Markevitch. El músico, ucraniano de nacimiento pero de nacionalidad italiana, compartió la última etapa de su vida con Carlota Garriga, que había sido muy feliz intérprete de su Partita para piano y orquesta (1931), escrita por el inolvidable maestro poco después de finalizar sus estudios de piano con Cortot y de composición con Nadia Boulanger.